Las horas indultadas

Thot, Cronos, SaturnoÂà Las grandes civilizaciones sintieron siempre la necesidad de levantar panteones al paso del tiempo. Tal es su fuerza inexorable. Velocidad, óxido, desaliento, sabidur¡a de curandero, evocación, flor de las edadesÂà Muchos y profundos son los atributos recogidos en este poemario. Mucha la quintaesencia que en él  destila el poeta, pues el tiempo es oro.
 
 Existen relojes de cuco y de pulsera, de arena, sol y agua, para quien  no está dispuesto a perder un minuto en apresuramientos. ÂôV¡steme despacio que tengo prisaÂö, parece insinuársele dentro de este libro al lectorÂà Hay en su almanaque fechas se?aladas y sagradas, para combatir la rutina que hace tabla rasa del paso del tiempo. El segundero admite en el espacio temporal que abraza divisiones infinitas, hasta llegar al instante que da sentido a la espera y la esperanzaÂà Se adivinan en estas páginas recuerdos del futuro. Y tiempo muerto perdido a la cancha de la vida. Y calendarios de la impaciencia, que sabe tocar puerto en la inquietud del existencialismo  hecho consciencia vitalista.
 
 El reloj simula con sus manecillas de espadach¡n, cuando llega la hora  del té. Esgrimista que vigila a quien mata las horas sin másÂàDeber¡a  existir, o quizá ya existe, un banco para comerciar con el tiempo que  a unos les sobra y a otros les falta. Seguro que Francisco Casta?ón comprar¡a a cualquier precio d¡as y semanas, para regalarnos con más poemas el cielo del paladar. As¡ son los alquimistas que buscan oro en  el tiempo.
 
 
 
 (MAURILIO DE MIGUEL)